Aibar hacia 1850
Así describía Pascual Madoz Aibar en su Diccionario historico-geografico-estadístico de 1845-50:
Villa con ayuntamiento de la provincia, audiencia territorial y capitanía general de Navarra, merindad y partido judicial de Sanguesa (1 legua), valle y arciprestazgo de su nombre, diócesis de Pamplona.
Situada a la margen derecha del río Aragón en la pendiente de un elevado cerro, en cuya cima se divisan los vestigios o cimientos del antiguo y fuerte castillo cuya rendición tanto costó a los aragoneses en tiempo de su rey D. Juan II: combátenla principalmente los vientos del Norte y su clima es muy saludable. Forman el pueblo 213 casas, contándose entre ellas la consistorial, cárcel pública, carnicería, pósito, un hospital donde los enfermos pobres de la villa obtienen asistencia y medios de curación, el palacio del marqués de Ayerbe y otro perteneciente al marqués del Vadillo, cuyos edificios no ofrecen particularidad alguna. Hay también escuela de primeras letras dotada con 200 robos de trigo y 300 reales, a la que asisten 100 niños y otra dirigida por una maestra que tiene de sueldo 90 robos de trigo y 240 reales, a la cual concurre igual número de niñas para instruirse en las labores propias de su sexo. Tiene además una iglesia parroquial dedicada al apóstol San Pedro, servida por un cura llamado vicario y 6 beneficiados, y las ermitas de Sta María y San Joaquín, hallándose a 1/8 legua al Oeste de la población otra titulada de San Juan Bautista, en todas las que se celebra misa los días festivos. Dentro de la villa hay una fuente con su lavadero público; sus exquisitas aguas así como las de otros manantiales que brotan en distintos puntos del término sirven también para surtido del vecindario, abrevadero de ganados y otros objetos de agricultura. Confina el Término por el Norte con los de Izco, Nardués y Lumbier a dos leguas; por el Este con los de Sangüesa y Rocaforte a una legua; por el sur con los de Caseda y Gallipienzo a una legua y media y por el Oeste con los de Sada y Leache a tres cuartos de legua. Su longitud de Norte a Sur es de tres horas y una de latitud de Este a Oeste. Los diversos manantiales que se dijo brotan en él, dan origen a un riachuelo que no tiene nombre, pero es tan caudaloso que el sobrante de sus aguas se vende a los vecinos de Sangüesa, y con las mismas se mueve el molino de Caseda. El terreno participa de monte y llano y su calidad arenisca, arcillosa y caliza es bastante fértil: abraza unas 6000 robadas de cultivo y 2000 incultas por ser ásperas y estériles, en las cuales solamente se crían algunos pastos, arbustos y maleza: en la parte montuosa, cuyo circuito será de una hora, hay robles y otros árboles, cuyo número era muy considerable antes de la guerra de la Independencia; en el día se halla notablemente disminuido, si bien los habitantes se esfuerzan por mejorarlo. En las tierras bajas y de labor se ven muchos viñedos, sembraduras de cereales, prados de pastos y varios trozos de regadío. Los caminos son de herradura, conducen a los pueblos inmediatos y se encuentran en mal estado. La correspondencia se recibe de Sangüesa por medio de balijero que sostiene el ayuntamiento: llega los domingos, martes y viernes a las 12 del día y sale en los mismos días a las 8 de la mañana. Producción de trigo, avena, cebada, centeno , mucho vino, poco aceite, especialmente desde 1830, en cuyo año los hielos inutilizaron la mayor parte de los olivos, legumbres y hortaliza; cría ganado vacuno, lanar, cabrio y el mular, caballar y asnal necesario para la agricultura, y caza de perdices.
Industria. Una parada con dos garañones y caballo padre, arrieria, molinos de aceite y fábrica de aguardiente; Comercio. El de importación de linos, cáñamos, aceite y géneros ultramarinos y coloniales que se conducen de Francia, Aragón y Cataluña y el de exportación de frutos sobrantes del país, principalmente el de aguardiente, que se portea a los valles de Salazar y Roncal. Población 260 vecinos, 1360 almas. El presupuesto municipal asciende a 28338 reales: se cubre con unos 15350 que producen las fincas de propios y ramos arrendables, y el resto por reparto entre los vecinos.
En 1366 tenía Aibar con Santa Cilia 97 vecinos entre ellos 35 hidalgos. El rey D. Carlos II la libertó de la pecha de dos sueldos anuales que pagaba cada casa, en el año 1368. En 1397 D. Carlos III considerando la lealtad de los francos de esta villa, y lo que sufrían en las guerras con Castilla y Aragón, los hizo nobles, y asimismo a cuantos en adelante viniesen a vivir en ella. Les concedió que tuviesen un alcalde para cuya elección los jurados y el concejo propusiesen al rey tres personas de la villa: que si ocurrieren muertes, heridas o peleas entre los vecinos, el alcalde y los jurados les requiriesen para dar treguas los unos a los otros, y que de hecho las diesen; y que pudiesen entrar libremente vino de la cosecha del pueblo a Castilla y Aragón. El rey D. Juan II confirmó este privilegio en 1428. Esta villa tenía asiento y voto en las cortes, y de ella se hace mérito en muchos documentos antiguos en los cuales figuran como testigos los gobernadores de Aibar. Su iglesia perteneció al monasterio de San Juan de la Peña cuyo abad D. Blasco en 1056 hizo donación del término de Santiago de Aibar para que los habitantes del valle de Aezcoa fundasen una nueva población. El rey D. Sancho el Mayor cuando dividió los reinos, adjudicó esta villa a Don Ramiro de Aragón.